¿QUÉ ES CULTURA ÁRABE?

La cultura árabe corresponde a la conjunción de aquellos elementos musicales, gastronómicos, lingüísticos, literarios, sociales, arquitectónicos y artísticos, que se reflejan en el común de los pueblos árabes desde las costas de Marruecos, frente al Océano Atlántico, hasta los lejanos Emiratos Árabes Unidos, a orillas del Golfo Pérsico; desde el desierto del norte de Irak, hasta las playas de las Islas Comoras, en el África. Naturalmente, cada región tiene sus propias tradiciones de danza, arte, música y comida, pero en sí, a través del idioma y su identificación étnica y política, son propiamente árabes.

Esta cultura nace a través del idioma y a su vez, el idioma se consolida con la religión musulmana. Si bien no todos los árabes son musulmanes y no todos los musulmanes son árabes, el Corán representó una herramienta fundamental para difundir y unificar los elementos culturales, desde la Península Arábiga hasta el Norte de África, el Medio Oriente y el Asia Menor. Hoy por hoy, indistinto de su credo, se puede considerar árabe a cualquier persona originaria de los 22 países que conforman la Liga Árabe, tanto como a sus descendientes en cierta medida. En este sentido, las naciones que conforman el mundo árabe son: Egipto, Irak, Palestina, Jordania, Líbano, Siria, Arabia Saudita, Yemen, Libia, Sudán, Marruecos, Túnez, Kuwait, Argelia, Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Catar, Omán, Mauritania, Somalia, Yibuti y las Islas Comoras.

Es indudable que los elementos más reconocidos y populares del mundo árabe en Latinoamérica son la comida y la música. A partir de la migración proveniente del Medio Oriente, estos dos valores han sido fundamentales en la difusión y preservación de la cultura; muchos descendientes árabes han perdido el idioma o inclusive, desconocen de qué pueblo exactamente llegaron sus antepasados, pero al menos en una oportunidad de sus vidas, han comido hojas de parra, kibbe, hummus, falafel o cualquier otro plato árabe. Así también, la Danza del Vientre ha sido un elemento muy ampliamente difundido, tanto dentro como fuera de las colectividades, entre personas que no son de origen árabe, pero reconocen el valor de la cultura.

LOS APORTES DE LA CULTURA ÁRABE AL MUNDO

El legado que le ha dado la cultura árabe a la humanidad aparte de inmenso, ha sido muy valioso y se ha constituido muchas veces como la base de muchas de las cosas que utilizamos día a día en la modernidad, sin darnos cuenta. Si bien los habitantes más antiguos de la zona del Medio Oriente (apodada Creciente Fértil, en referencia al surgimiento de la agricultura en dicha área hacia el 10.000 a.C.) han dado vida a la civilización como la conocemos, a continuación nos enfocaremos en los avances tecnológicos, que se originaron en la Edad de Oro del Islam.

Mientras Europa yacía en el oscurantismo, los califatos musulmanes lograron rescatar los avances de los griegos y los romanos, para preservarlos y construir sobre los mismos. Los grandes centros de conocimiento del mundo no estaban en Paris, Roma o Londres, sino en Damasco, Córdoba, Cairo y Bagdad. En dichas ciudades se hicieron grandes contribuciones por eruditos cuyos trabajos son considerados hoy, más de 500 años después, la base de los estudios de la óptica, la medicina, el álgebra, la química, la ingeniería, la sociología, la demografía, entre varias otras ciencias exactas y sociales.

Por ejemplo, grandes personalidades como Ibn Sina (latinizado a Avicena) y Al-Razi aportaron sus conocimientos a la medicina, tales como procedimientos quirúrgicos, uso de alcohol para desinfectar, las bases de la química, el concepto de farmacia, de hospital y diversos apuntes de ciencias médicas, que se usan hasta nuestros días por los docentes de la salud. En el campo de las matemáticas, el propio uso del sistema decimal, los números arábigos, la inclusión del 0 y el desarrollo del álgebra son obra de mentes brillantes como la del reconocido científico islámico, Al-Juarismi, que hoy permiten la propia existencia de las ingenierías. Ibn Al-Haytham (latinizado como Alhacén) fue el científico considerado padre de la óptica, mientras una mujer, Fátima Al-Fihri, sería la fundadora de la primera universidad en Fez, actual Marruecos. Y así podríamos nombrar incontables aportes, como la arquitectura, cartografía, la guitarra, los cheques, los baños y la cosmética, además de figuras importantes, como el explorador Ibn Battuta o el filósofo Averroes (originalmente, Ibn Rushd), cuyo legado marcaría la historia del mundo árabe, así como la del mundo entero.

 

LA MIGRACIÓN ÁRABE EN BOLIVIA

La gran mayoría de la población inmigrante árabe llegó a inicios del siglo XX, desde lo que hoy son las naciones de Palestina, Líbano y Siria, seguidas algunas familias iraquíes, egipcias, marroquíes y jordanas; se podría decir que cerca del 80% era de fe cristiana ortodoxa o católica, mientras que solo el 20% era musulmán. Esto, si bien contradice la distribución demográfica del mundo árabe, tiene un motivo: las minorías étnico-religiosas árabes eran sistemáticamente perseguidas y oprimidas por el Imperio Otomano, que controlaba casi todo el Medio Oriente en aquel entonces, hasta la Primera Guerra Mundial.

Concluido este violento conflicto, los territorios pasarían a manos de los ingleses y franceses, quienes los dividirían (contra la voluntad de los pueblos árabes y faltando a sus promesas) en diferentes mandatos, generando así una serie de eventos políticos que destrozarían el tejido social del Levante Mediterráneo. Las Guerras Árabe-Israelíes, la Ocupación de los Territorios Palestinos, la Guerra Civil del Líbano, la Guerra Civil de Siria, la Guerra Irán-Irak y tantos otros más, serían solamente algunos de los conflictos regionales derivados de este cisma, llegando a producir, en total, más de 25 millones de refugiados.

En el ínterin, solamente las primeras oleadas migratorias se enfocaron principalmente en Latinoamérica y propiamente, Bolivia: la falta de oferta en bienes y servicios sumada al auge agrícola y minero en nuestro país resultó muy atractivo para los árabes que se alejaban de la persecución étnica y religiosa, buscando una vida mejor. Una vez en Bolivia, se asentaron en centros mineros o agrícolas, vendiendo baratijas y artículos de Tierra Santa, para poco a poco, migrar hacia las ciudades y establecer negocios más sólidos y duraderos; con un mayor capital, ganado con el sudor de su frente, las nuevas generaciones descendientes árabes accedieron a educación y fueron escalando en la sociedad latinoamericana hasta convertirse en grandes exponentes deportistas, empresariales, culturales y políticos, como el General Juan Pereda Asbún, ex presidente boliviano, o bien Don Gabriel Dabdoub Siwady, reconocido empresario, fundador de la Asociación de Comparsas (ACCC) y propulsor del famoso Carnaval cruceño. Como ellos, tenemos muchísimos exponentes que reflejan el gran aporte del árabe inmigrante a la sociedad boliviana.

 

LA ASIMILACIÓN A LA SOCIEDAD

Como toda corriente migratoria, los árabes que llegaron a Bolivia tuvieron un proceso de asimilación y en general, buscaron que fuera el más corto posible, lo que los llevó muchas veces a abandonar partes de su cultura.

Al principio, los «paisanos» eran mal vistos y poco bienvenidos, no solamente en Bolivia, sino en muchos países del continente en general; se los tendía a tratar como comerciantes engañosos y ladinos. Además, lo paradójico es que, como salían de sus ciudades con pasaporte del Imperio Otomano, recibieron la denominación constante de «turcos» (que prevalece hasta nuestros días), el gentilicio de su opresor y por ende, un triste recordatorio del por qué tuvieron que dejar sus hogares.

En cuanto a la religión, aunque la mayoría era cristiana ortodoxa o católica, más algunos pocos musulmanes, prácticamente todos terminarían convirtiéndose al catolicismo apostólico romano tarde o temprano, en ausencia de otros centros de cultos cristianos en Bolivia, en aquel entonces. Inclusive, cabe recalcar que, si se profesaba el islam, se debía pagar un impuesto religioso, de acuerdo a la Constitución Política del Estado de Bolivia.

A favor de una asimilación más rápida, los padres no aprendieron bien el árabe de los abuelos y menos aún pudieron transmitirlo a los hijos, diluyendo la población que aún habla el idioma casi a su totalidad. La danza y la música tampoco corrieron mucha mejor suerte: si bien se preserva en muchas ciudades la Danza del Vientre, elementos más folklóricos y propios como el Dabke se habían perdido totalmente hace muy poco. Hoy en día, podemos afirmar que no es común escuchar música árabe en la mayoría de los hogares de sus descendientes, en el territorio boliviano.

No obstante, una de las aristas más sólidas de la cultura árabe en Bolivia sería la preservación de las costumbres gastronómicas. A lo largo y ancho del país, es sustancialmente difícil encontrar un hogar de descendientes árabes, que no conozca y disfrute de al menos de un plato de comida tradicional levantina. Entre las más conocidas, están la hoja de parra rellena (o warak enab), el kibbe en todas sus formas, el marmaon, el repollo relleno (o malfuf), entre otras varias, junto a postres como el baklawe, el namura y el maamul. Sin duda alguna, mucho más allá del ahora popularizado shawarma, la comida árabe de los hogares ha sido, es y será siempre el vínculo más fuerte del emigrado palestino, sirio o libanés con sus raíces.

Uno de los temas más importantes a resaltar, que contrasta el caso boliviano con el de otros del continente, es que los descendientes que radican en nuestro país, tienen por lo general una identificación más «árabe» o panarabista, que «palestina», «libanesa», «siria», etc. Naturalmente, casi todos tienen conciencia de qué país actual provienen sus abuelos o bisabuelos, no obstante la unidad árabe prima antes que la división regionalista. Esto tiene probablemente asidero en el tamaño de la comunidad: podemos estimar con un error razonable, que en Bolivia residen alrededor de 70 mil descendientes árabes aproximadamente. Esto equivale a un ratio clave: 6 de cada 1000 habitantes bolivianos tienen origen árabe en alguna medida. Si consideramos ejemplos vecinos como Chile, Argentina y especialmente Brasil, donde efectivamente existe una identificación con lo «palestino», «sirio» o «libanés», antes que con lo «árabe», vemos que dicho ratio es entre 5 y 10 veces mayor, con muy marcadas diferencias etno-demográficas. Por ejemplo, en Chile hay más de medio millón de descendientes palestinos, no obstante solo 100 a 200 mil sirios y libaneses, mientras que en Brasil y Argentina, estas cifras se invierten, generando una mayor masa crítica de oriundos de Líbano y Siria, que palestinos (y de otros países árabes). En el caso boliviano, tenemos una comunidad muy homogénea, producto del rebalse de las comunidades limítrofes: palestinos que llegaron del los puertos chilenos y peruanos, encontrándose con libaneses y sirios que llegaron de puertos brasileros y argentinos. Se estima que un 40% de la colectividad, es de origen palestino, un 37% de origen libanés, un 20% de origen sirio y el resto se reparten en grupos muy pequeños para egipcios, iraquíes, marroquíes y jordanos; esto sin mencionar, además, que las familias están mezcladas, habiendo una diversidad amplia de hogares palestino-libaneses, sirio-libaneses, sirios-palestinos y naturalmente, árabe-bolivianos. En realidad, no nos arriesgamos al decir que, casi la totalidad de familias de tercera y cuarta generación en adelante, son referente de algunas de las mezclas citadas anteriormente.

Hoy en día, con todo lo mencionado, podemos decir que los descendientes árabes se han asimilado casi a la perfección a la sociedad boliviana. Prevalece una identificación natural con el origen, pero destacando que la descendencia hoy en general, se identifica más como «boliviana-árabe» que como «árabe-boliviana».